A veces es necesario besarse para poder despedirse. En muchas ocasiones una melodía dice más que una letra. Hay días que no tienes remordimientos por nada aunque obres mal, y otros sin saber por qué la ansiedad te come.
Quiero pensar que estos pensamientos son humanos. Cada persona es diferente pero todos concurrimos en un núcleo. Algunos se agarran a ese núcleo con fuerza, mientras otros tratan de expandirlo para respirar.
Pero el pensamiento de que con todas estas situaciones la vida acelera en vez de frenar es inevitable. Porque aunque cambien tus vistas, tus ciudades y paisajes, tus costumbres, hobbies y moral, incluso aunque cambien las personas que te acompañan, el tren sigue corriendo. La vida es un tren, no una estación. No así la felicidad o la tristeza, que son pasajeras y (ambas) pueden hacerte descarrilar
lunes, 31 de octubre de 2011
lunes, 3 de octubre de 2011
La Certeza de Sentir
Ayer me comentaba un amigo que tras haberlo probado todo en la vida, ninguna otra cosa, ni las drogas, ni el alcohol, ni el tabaco, ni la guerra, ni la envidia, ni la avaricia puede destruir a un hombre de la forma que puede hacerlo una mujer.
Claro. El problema es que una vez que superas una adicción, te concentras en dejarla aparcada de tu vida, pero... en el amor no basta con eso. Puedes llegar a olvidar a una mujer, pero lo que sentiste con ella no es tan fácil de dejar pasar. Cuando uno ha tenido la seguridad de amar, de ser muy capaz de dejarlo todo, de firmar un contrato de por vida, de poner cara a sus futuros hijos... las comparaciones son odiosas, sí, pero inevitables..
Y a partir de ese momento comienza la búsqueda más antigua de la humanidad, mucho más que la del Santo Grial o las Tablas de Moisés... y mucho más difícil. El clavo que saque al otro clavo, que a su vez es aquel al que nos agarramos ardiendo, ardiendo de ansiedad.
No llegará tan fácilmente porque... no se, eso quitaría magia al anterior, ¿no? Confiemos en que llegará, quizá mañana. Y romperá todo lo que toque
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